La exhibición que ocupa las tres salas del Instituto
Di Tella, está
integrada por una serie de aparatos de proyección, sincronizados o
no con fuentes sonoras, similares, si no son idénticos, a aquellos
que han dado en llamarse proyectores de imágenes psicodélicas,
utilizadas cada vez con mayor frecuencia en lugares de diversión y
en espectáculos.
La
primera sala muestra dos grandes pantallas traslúcidas –una de ellas
ubicada sobre la base de un prisma triangular de caras espejadas que
respeta la estructura tradicional del calidoscopio –en las cuales
pueden verse, por proyección inversa, esas imágenes atractivas,
abstractas y en movimiento que logran hacernos pensar en todo el
arte cinético que hemos conocido por lo menos desde
Schoffer hasta
Le Parc.
En
la segunda sala, proyecciones del mismo tipo tienen lugar en las
paredes. En un micrófono que corresponde a cada proyector, el
visitante puede emitir sonidos que, según luego advertirá, provocan
alteraciones en la imagen respectiva. En la tercera sala, una
proyección múltiple en las paredes y en el techo crea un entorno
dinámico y colorido.
Si
se encara la experiencia estética desde un punto de vista
hedonístico, creemos que ésta podría definirse como tal. Si, de otro
modo, intentamos una aproximación al fenómeno artístico como una
forma de conocimiento, suponemos que la experiencia puede ser
bastante inocua.
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