La
industria –complace consignarlo- pasó en 100 años de un estado
incipiente a la pujante realidad que advertimos en la
diversificación y calidad de sus producciones: petroquímica, grandes
motores, barcos, aviones, automotores, equipos ferroviarios,
computadoras… Ahora mismo está en trance de incorporar jalones
esenciales a la industria base: hierro, aluminio, productos
químicos… a favor del crédito exterior y del que aquí proporciona el
Banco Industrial, cuya cartera de préstamos linda en los cien mil
millones de pesos.
De
su carácter primario e ínfimas dimensiones de un siglo atrás, la
actividad fabril se ha convertido en motor fundamental del
crecimiento económico, con una participación cercana a los tres
billones de pesos corrientes, o del 35% del producto bruto interno,
que destaca su importancia ante el 15,5% del aporte agropecuario.
Por sí solas, estas proporciones están indicando la magnitud de la
transformación que experimenta la fisonomía socioeconómica del país.
(Del diario “La Nación”, suplemento Un siglo en sus columnas”, 4 de
enero de 1970, Bs. As.)
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