Con una severa educación científica, a partir de 1955
Vasarely
hallaba en la física pura a la nueva fuente poética
para sus pinturas, tras la lectura de textos sobre la relatividad,
mecánica ondulatoria, cibernética y astrofísica, definiendo que “un
átomo es un campo en cuyo interior se producen tensiones, como
ocurre en el átomo de hidrógeno, que está compuesto por un núcleo
positivo y un electrón negativo, dos elementos complementarios e
inseparables. A partir de ahí he definido mi unidad plástica por
medio de una ecuación simple: 1 = 2, 2 =1”.
Tal unidad plástica consistía en un cuadrado de base, en
cuyo interior hallábase una segunda figura de menor tamaño (también
geométrica) tal como un cuadrado, rombo o triángulo; con el planteo
observado en el átomo, Vasarely oponía dos unidades plásticas
diferenciadas en tensión permanente, con un diseño seriado que
provocaban la sensación del movimiento, pero eran realmente
estáticas. En otra versión plástica, Vasarely había impreso una
serie de líneas sobre dos placas de plexiglas –separadas por breve
distancia; que generaban la sensación óptica de movimiento por desplazamiento del espectador.
Junto al maestro
Vasarely, el mendocino
Julio Le Parc
también intentó captar plásticamente al movimiento pintando en 1959
las secuencias progresivas y las
secuencias yuxtapuestas de 14 colores, con un limitado
resultado cinético; la primera obra constaba de círculos de variados
tamaños y colores, planteados simétricamente en trazados verticales
y horizontales. La segunda obra exhibía al característico trabajo de
grisallas –estructurado en base a rectas- pero no alcanzaba a tener
movimiento real ante el ojo de espectador.
Bértola. Ob. Cit.