En
lo que a mí concierne no es la obra cinética lo que yo trataría de
ubicar, es decir, no me trataría de ubicar en este caso yo mismo.
Para desarrollar mi actividad he realizado obras que luego fueron
calificadas por otros de cinéticas, con ese afán de clasificar que
tiene la crítica de arte.
Pero eso es completamente falso. En París, en 1958, y en los años
sucesivos, en base a la situación de ese medio, a lo que allí se
hacía, a lo que yo llevaba como preparación o como quiera llamarse,
realicé una experiencia con otra gente, que luego fue denominada
como arte cinético.
Dar eso como valor universal o como escuela única a seguir es
completamente falso. Hice otras cosas que no han tenido ningún
carácter cinético; en algunos casos fueron figuras, en otros simples
afiches con textos e imágenes. No hago esa distinción que otros
hacen, que lo cinético es lo más importante y que lo demás no sirve
para nada.
Entiendo que puede ser un medio notablemente eficaz dentro de esa
línea destinada a estimular la capacidad creativa de la gente, pero
no descarto a la gran cantidad de tendencias que se manifiestan por
imágenes. Según la incidencia que se quiera tener en el medio se
puede hacer uso de todo eso que existe y al mismo tiempo inventar
otras cosas si es necesario.
En
cuanto al arte cinético que se hizo en aquella época, no pienso que
haya que exportarlo a países como éste. Si el que está en ese tipo
de tendencias, lo hace porque puede conseguir un mercado, vivir de
eso y porque además se siente capaz de realizar objetos cinéticos,
no veo contradicción alguna, pero que no argumente que con ese arte
dará belleza a todo el mundo, porque entonces está mistificando como
en cualquier otra corriente.
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