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CAPITULO VIII
APOYO
DE LA INDUSTRIA, FIRMAS PRIVADAS Y EL ESTADO |
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08/07 |
EL ÉXITO DEL CINETISMO
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Sin prisa pero sin pausa, el movimiento cinético se
desarrollaba en Buenos Aires a pasos agigantados con un nuevo éxito
anual, cabe citar que –en una apertura a esta corriente- el
Instituto Di Tella
adjudicaba en 1962 el Premio Internacional de
Escultura al cinético
Gyula Kosice; con ello se iniciaba una serie
de actos cinéticos en el Instituto: 1964, invitación al generativo
Miguel Angel Vidal.
para integrar una muestra colectiva; 1965,
Carlos Silva, de la
citada corriente, recibe el Premio Nacional Di Tella;
Marta Minujin
realiza el happening
La Menesunda (Cap. IX) y el
ambiente El Batacazo (merecedor del
Premio Internacional Di Tella); 1966,
Minujin realiza
Simultaneidad con simultaneidad (Cap. IX); 1967,
Vidal
interviene en una exposición; en agosto expone
Julio Le Parc y en
diciembre,
Kosice; 1968,
Minujin monta el espectáculo
Importación – Exportación (Cap. IX); 1969, el arquitecto
Luis F. Benedit participaba en las
Experiencias
Visuales del Di Tella con sus hábitats (Cap. IX), a la vez
que la citada entidad convocaba anualmente a experiencias de variada
índole con participación de artistas cinéticos.
La obtención del
Gran Premio de Pintura de la Bienal de
Venecia de 1966 por el cinético argentino
Julio Le Parc, del
Premio Braque de Pintura por
Durante, la muestra con gran participación de
cinéticos titulada “Plástica con plásticos”, el happening
Simultaneidad con simultaneidad de
Minujin
con
instrumentación cinética, el Gran Premio de la 3ª. Bienal IKA
otorgado al cinético venezolano
Carlos Cruz Diez, y otras
actividades de la citada corriente de menor trascendencia motivan al
crítico de arte
Córdova Iturburu para designar al año 1966 como Año del
Op – Art, en un virtual reconocimiento del éxito
del cinetismo. Decía así:
…formulamos nuestra convicción de que esa lozanía del
constructivismo entre nosotros es la resultante de una coincidencia
de fácil caracterización entre las particularidades esenciales de
nuestro ser nacional.
El
arte del equilibrio, del orden, de la armonía, de la ponderación
expresiva, en suma, no puede dejar de hallar eco profundo en los
artistas de un país como el nuestro, cuyo clima templado no se
limita a lo simplemente geográfico o meteorológico. La historia del
arte de los argentinos –lo sostengo sin reserva alguna- lo demuestra
de manera terminante. Los excesos expresivos consecuentes de la
excesiva presión interior no parecen demasiado posibles entre
nosotros. Esta es una de las causas –probablemente la fundamental-
del auge alcanzado en el país, de su larga vitalidad y de la
amplitud con que se desarrollan en la Argentina los movimientos de
esencia constructiva y, por último, su derivación del
Op – Art.
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