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CAPITULO
XI
LA QUIETUD INQUIETA |
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El
interés por inquietar la imagen aparece en Buenos Aires con
Barradas
(ver cap. II), es reiterado por
Pettoruti (1924),
Xul Solar (1924),
Del Prete (1933) y activado por las variadas estéticas no
figurativas – geométricas que surgen desde 1944, lo que influencia a
buen número de artistas en determinada etapa de sus creaciones, o lo
incorporan definitivamente, una actitud detectable en tres
corrientes pictóricas: la figurativa, la no figurativa (o abstracta)
y la geométrica.
Miguel Diomede es autor de óleos donde el color y la luz
determinan imágenes iridiscentes;
Orlando Pierri pinta la rotación
de la rueda de EL AFILADOR;
Rebeca Guitelzon diseña planos en
desplazamientos en CAMPOS MAGNETICOS:
Raquel Forner aplica lo
generativo al pintar rostros seriados en TODOS SOMOS TESTIGOS;
Juan
Carlos Distéfano pinta seres fantasmales con actitudes
gesticulantes;
Juan Carlos Castagnino recrea a caballos indómitos
con la pintura acrílica; los cultores de la nueva figuración (1960)
–Rómulo Macció,
Jorge de la Vega,
Ernesto Deira,
Luis Felipe Noé,
Jorge Demirjan,
Hugo Sbernini,
Pablo Bobbio,
Miguel Angel
Bengoechea,
Juan Pablo Renzi,
Américo Castilla,
Argentina Zamora,
Jesús Marcos,
Carmelo Carrá,
María Helguera- asimilan elementos de
la abstracción, geometría, cinetismo e informalismo adaptándolos a
sus necesidades pictóricas, pero reflejando, aún parcialmente, la
dinámica inserta en el cosmos.
CAPITULO
XI
LA QUIETUD INQUIETA |
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