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1959. NO
FIGURATIVOS (O ABSTRACTOS)
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A consecuencia de la formación de agrupaciones no
figurativas (o abstractas) bajo los nombres de
concretos,
madí,
perceptistas y
espacialistas, a partir de 1959 va
estructurándose una corriente abstracta que, sin desdeñar la
geometría recurre al lirismo, cierta subjetividad, lo telúrico y
americanista para pintar imágenes inquietas, que el crítico
León Benarós define manifestando:
En
Pérez Celis, como en otros pintores modernos, hay que insistir en
una dinámica de las formas y una psicología de la línea. Movimiento
y sosiego se conjugan en sus telas.
Las tranquilas horizontales aparecen como apuñaladas por una
descendente vertical.
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El
problema estético es incorporado por una pléyade de pintores como
parte de la composición bidimensional, como planteo cromático, como
búsqueda de espacios, despojándolo de inquietud dinámica, pero con
cierto grado de emotividad.
El
propósito en muchos casos evidente, de alcanzar un determinado tipo
de nivel emocional está dado por un componente poético (con toda la
ambigüedad y el misterio que debe tener lo poético) muy frecuente en
las obras de esta última tendencia.
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El
componente poético trascendía subjetivamente hasta dejar que afloren
los signos icónicos que inquietan la obra, un componente a veces
revestido y realzado por las técnicas abstracto – geométricas, con
ejemplo en las pinturas de
Pérez Celis,
Tomás Abal,
Leopoldo Torres
Agüero,
Luis Alberto Wells,
María Helguera.
Analizando la obra de
Tomás Abal
dice
Squirru en 1971:
Las características de la pintura de
Tomás Abal
permiten calificarlo de
geométrico sensible, bien comprendido que no queremos etiquetarlo...
Geométrico en la media de la pureza de las formas que maneja con
preferencia aunque no exclusividad de curvas, sensible no sólo por
las gamas de color sino por la vibración lírica que logra a través
de ellas.
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Cinco años más tarde, el crítico lo vuelve a analizar, diciendo:
La
imaginería que propone
Tomás Abal no pertenece según mi entender al mundo
del subconsciente. Se trata de un arte esencialmente óptico, cuya
delectación estriba en las más antiguas delicias del “trompe l´oeil”. Someterse a los dictados del ojo fisiológico supone un
espíritu casi científico que corresponde con humildad al del
investigador obediente a los mandatos de su microscopio.
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Jacques Lasaigne,
Michel Seuphor y Frank Popper elogian la obra de
Torres Agüero, influenciada por el
cinetismo realiza pinturas de
vibración óptica generada –en ocasiones- en 75 matices de grises,
colores fríos y cálidos inventando un nuevo acondicionamiento psico
– sensorial dentro del signo geométrico.