El futurismo es una religión de la originalidad. Significa y traduce
el anhelo de espiritualizar la civilización mecánica, acelerándola.
El grado de civilización alcanzado lleva implícito el riesgo de
materializarlo todo, de inmovilizar los espíritus. Nosotros tendemos
al dinamismo espiritual, como forma de contrarrestar ese riesgo. Hay
la creencia de que el progreso en su forma material está en
contradicción - en contradicción abierta, violenta- con toda
expresión de arte puro, de espíritu, de poesía, de lirismo, y los
espíritus puros del tipo que diríamos normal, no se preocupan de
resolver la supuesta contradicción: prefieren levantar los hombros y
mostrarse indiferentes y ajenos a ese progreso, que al parecer “no
va con ellos”. Ahora bien, nosotros afirmamos que no existe tal
contradicción, y nuestro empeño cardinal tiende a identificar la
vida espiritual con toda manifestación de progreso material, con
toda innovación sea la que fuere.
Nuestro credo es, por consiguiente, un credo de dinamismo físico y
espiritual, y sobre todo, un credo de optimismo. Creemos que un
joven escolar aprende más en un partido de fútbol que en una hora de
biblioteca.
Dentro de ese concepto contamos en arte con una
escuela propia, la del dinamismo plástico italiano, perfectamente
caracterizado por el optimismo, por la alegría cromática, que es
menester no identificar con el cubismo francés. Son dos
manifestaciones artísticas profundamente diferentes, aunque
obedezcan a un propósito común de renovación. Nosotros aspiramos a
realizar el ideal de la pintura de sensaciones, la pintura del “etat
d’ame”. Los artistas franceses de vanguardia se orientan más bien en
una dirección intelectualista y fría. El optimismo, la exaltación,
la alegría de vivir, en cambio, define la nueva pintura italiana.
Otro tanto cabe decir de la arquitectura y de la escultura.
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