CAPITULO
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CINETISMO SOCIOLOGICO Y EPISTEMOLOGICO |
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Una joven pintora de iniciación en la corriente del
Informalismo –Marta Minujin, 22 años de edad- opta en 1965 en la
ciudad de Buenos Aires por introducir en el ámbito artístico al happening, el suceso, la ambientación
y la performance con el propósito de transformar a
determinados elementos de uso cotidiano (la televisión, el teléfono,
el proyector de diapositivas, la radio, el grabador, la filmadora,
la luz neón, la máquina fotográfica, aparatos de transmisión
musical, etc.) en los elementos integrantes de una creación
artística, pero dotando a los objetos citados de características
cinéticas en una propuesta de intenciones sociológicas: la búsqueda
de un tipo nuevo de comunicación con el espectador.
En las variadas propuestas de Minujin –happening,
suceso, performance, ciertos enviroments o ambientaciones- lo pictórico, lo escultórico, acústico y
visual tendían a motivar estéticamente al espectador en menor grado
con relación al interés por determinar su acción, originando la
necesaria colaboración de elementos procedentes de la tecnología.
Al analizar esta corriente artística dijo Bértola: “La
sorpresa, el humor, el asombro, la diversión, el juego, lo
imprevisto, lo fantástico, lo imposible, figuran entre las más
importantes categorías estéticas del arte cinético. Ellas hacen de
la obra cinética un objeto ideal para comunicarse con el gran
público”, calificándolas de obras – juego;
Jorge
Romero Brest declara: “…el avance de la tecnología conduce a otras
modalidades del arte como el señalamiento poético de situaciones que
no perduran;
Aldo Pellegrini insta a recurrir a
Marshall Mc Luhan,
quien afirma que “La situación humana total debe ser considerada una
obra de arte”, recordando con el americano
Kaprow (creador del happening) que estos son “un collage de acontecimientos,
vitales, dinámicos”.
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Para arribar a esta problemática,
Marta Minujin
declara
que –tras haber frecuentado al
Informalismo y el
Pop – Art- inicia
su búsqueda.
Dejé la pintura porque había llegado a la convicción de que el medio
no me servía, yo pretendía una mayor participación del espectador;
lo que empecé a intuir a partir de determinado momento fue la
necesidad de un arte que trasmitiese vida a la gente. Salí
definitivamente de la pared y creé formas en el espacio a las que la
gente pudiese penetrar: es así como comienzan las
ambientaciones.
Y
simultáneamente los happenings en los que movía a la
gente a participar en forma compulsiva, a través de mecanismos
detonantes que no existían en las ambientaciones, en
las que si bien el espectador también realizaba actos diferentes, no
era impulsado a la acción por medios compulsivos.
A
partir de allí se sucedieron once años de creación en los que me
aboqué totalmente a la realización de ambientaciones,
happenings y performances.
Pero el mismo desarrollo de estas posibilidades me fue sumiendo en
un inconveniente casi insalvable; fui necesitando cada vez la
utilización de elementos más complejos –que tenían que ver con la
televisión en colores, los rayos láser, toda la electrónica- hasta
que llegó un momento en que me di cuenta de que ya no podía seguir
consiguiendo lo que hacía falta.
Ya
la ambientación más cara había sido el
Minucode
(cuatro cócteles filmados) y después Importación – Exportación, en Argentina, que ya tenía cualquier
cantidad de elementos electrónicos y tecnológicos, pero luego de eso
vino otro proyecto que se basaba totalmente en la tecnología
electrónica y que me fue imposible llevar a la práctica por
cuestiones puramente económicas.
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“La pintura me da libertad”, conversación con Marta Minujin.
Edición de Citadella SACIFI y A, Bs. As.
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